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Hace unos años me hicieron estudiar en filosofía parte de la naturaleza humana. Se exponían diversas teorías. Una de ellas estaba a favor del determinismo genético ante el comportamiento humano y las conductas que adquirimos a lo largo de la vida. La otra, apostaba por la sociedad como elemento determinante del comportamiento humano. Ante este debate siempre me mostré más a favor de la segunda; somos un ser que, obviamente queda determinado por las leyes de la genética, pero es en última instancia la sociedad que nos modela, educa, y la experiencia personal la que nos hace adoptar ciertas conductas, que son las que escogemos.

Siempre he creído en el potencial del ser humano, y que el desarrollarlo o no dependía exclusivamente de nosotros mismos dado que nos rodea un entorno, pero nada más allá que no pudiéramos controlar. Varios años después de aquél interesante debate, una frase que pronunció cierto familiar mío ha hecho que me replantee esta situación. La frase fue “el ser humano, como tal, no tiene solución”. Dicha frase iba acompañada de diversas críticas y argumentos históricos sobre el afán de poseer más y más, la corrupción, el egoísmo y demás temas que ahora no vienen al caso. Al escuchar aquella frase, me mostré totalmente en contra, en un principio, dado que siempre he creído en los cambios, evoluciones y progresiones enmarcado en el ámbito de la psicología humana. Todos podemos cambiar si nos lo proponemos, podemos alcanzar el éxito sacando lo mejor de nosotros. Aún y así, había una parte con la que no contaba, la emocional. 

Todos estaríamos de acuerdo al afirmar que no escogemos nuestras emociones, no decidimos racionalmente el estar tristes o contentos, satisfechos o decepcionados. Así es como hay una parte de nosotros mismos a la que no podemos alcanzar, que son una simple combinación de substancias químicas las cuales al mezclarse provocan lo que llamamos “emoción”. Es así como, en mi opinión, podemos alcanzar el éxito y sacar lo mejor de nosotros si nos lo proponemos, adaptar ciertas conductas y mejorar como personas, pero siempre y cuando las emociones no nos jueguen una mala pasada. ¿Quién no ha sentido alguna vez que su situación emocional se le iba de las manos? ¿Quién no ha querido salir de un pozo y por más que se lo propone recae?. Es así como hay una parte de nosotros que no controlamos. Nos enfadamos, en la mayoría de ocasiones irracionalmente, lloramos y sonreímos, a veces hasta sin saber porqué. 

Entonces, ¿Somos sólo una combinación de substancias que vienen dadas por la genética? O ¿Realmente podemos modelar nuestro comportamiento mediante el entorno y el propio individuo?. Las maneras de reacciones ‘humanas’, o conductas, en general son bastante iguales, siguen un patrón determinado y pocos son los que luchan con su parte emocional alcanzando el éxito real y aquello que llamamos felicidad.


Es así como pienso que todos podemos, en cierto modo, ser felices y autorealizarnos pero no sólo es cuestión de voluntad si no también de inteligencia emocional. Aquél que sea dueño y controlador de sus propias emociones, el que racionaliza, el que relativiza, hará que el impacto emocional sea menor y la parte racional gane terreno. Aún y así, alcanzar este objetivo en su totalidad es prácticamente imposible y es por eso que pienso, que el ser humano no tiene solución, simplemente porque hay partes de él mismo que nunca podrá llegar a controlar. 

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